El adorador es una persona agradecida
Dios quiere un pueblo agradecido, que no se conforme con estar siempre recibiendo de El, sino que también deseé dar a El.
Dios quiere que seamos como el samaritano a quien el Señor curó de su lepra. Aunque sus nueve compañeros prosiguieron el camino, él volvió al Salvador, y se postró a sus pies, dándole gracias. El comentario de Cristo sobre este acto es significativo: “¿No hubo quién volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?” (Lucas 17:12-29).
Demasiados cristianos sufren de lo que se ha definido correctamente como “los dame”. Cada vez que entran a la presencia de Dios es para pedirle que El “les de” algo. “Dame esto”, “dame aquello”, “dame lo otro” es un ruego constante y monótono. Son como los niños que solo recurren a sus padres para obtener algo de ellos, y que nunca piensan en dar algo a sus padres en recompensa. Consideremos la historia de una pequeña niña que trajo gran alegría a su madre. Un día ella vino de jugar, se sentó en su silla y observó a su madre mientras ella planchaba. Su madre le preguntó: “¿Qué deseas hija?” Y ella respondió: “No quiero nada mamá. Sólo quiero sentarme aquí, mirarte y amarte”.
“Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren” (Juan 4:23). Dios desea profundamente que aquellos a quiénes El ha bendecido tan abundantemente respondan a Su deseo de recibir adoración y que, mientras esperan en Su presencia, derrame su amor por El en adoración.
Cierta vez me contaron que las palabras “pensar (think) y agradecer (thank)” eran originalmente la misma. Sea esto cierto o no, una cosa es cierta: un cristiano “que piensa” ha de convertirse ciertamente en un cristiano “agradecido”, porque sólo necesita recordar para regocijarse.
Emiliano / ConTodo!
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